domingo, 21 de diciembre de 2008

Rostros

Añoro…

…Tener tus ojos,
Para entender las sombras
De las palabras en el viento,
Y retenerlas un momento,
Para redescribir el tiempo.

…Tomar prestados tus oídos,
Para escuchar tu pensamiento,
Y encontrar entre tus versos
Los retazos de tus sueños.

…Rozar tus labios cuando hablas,
Para robar de allí cada palabra,
Dejarte mudo y esperar,
El momento en que te toque escuchar.

…Tal vez, tan solo
Esconder mi rostro,
Frente al tuyo descubierto
Y así, un día me encuentres,
Entre los instantes del tiempo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

La Parada


Me tomó menos de cinco minutos darme cuenta de dónde estaba,
inmediatamente tomé los cinco pesos y salí a tu encuentro,
esperé en la parada que sean las cinco y nada,
retuve mis ganas de volver a llamarte,
dudaba, en realidad, que después de cinco avisos lo olvidaras,
además, sabías mi número, o... lo habría cambiado?

No me moví... si omitimos mi balanceo a la espera.
Uní mis dedos con un juego de manos...
aguardar tu llegada siempre se me había dificultado.

"Encontré los lienzos y mis pinceles", pensé en contarte,
tal vez, simplemente ya no sabía qué comentarte...

Observé un gato jugando con una pequeña caja que
rodó cuesta abajo, pero, mientras trataba de alcanzarla, pasó tu colectivo....
imaginé que bajaste en esa parada, pero no estabas...
encontré un atajo para alcanzarlo,
uniendo dos pequeños tramos a través de una avenida...
quién hubiera pensado que al llegar... ya no te iba a encontrar...

Y solo demoré cinco maldita sea.... solo cinco

martes, 21 de octubre de 2008

Juego de palabras

No seas descortés, dirígete a ellos como se merecen.

A ellos?.

Bueno... al menos a quien todavía guarda algo interesante.

No, no es necesario.

Yo creo que si.

Pero si ni siquiera sé de qué hablar.

Ya no lees?

No, no vale la pena escucharlo.

Ni a él?

Ni a él.

Por qué?

No es el porqué, es el para qué.

Cómo?

Él no tiene porqué existir en mi vida.

Y aún así te diriges a él?

Si.

Por qué?

Porque al menos puedo ver reflejado en él algo que ni siquiera él quiere admitir.

A si?

Sip.

Algo como qué?

Fidelidad.

Cómo puedes determinar aquello?

Aunque haya pasado el tiempo, sigue luchando por lo que cree.

Cómo lo sabes si no lo has leído?

Simple, porqué otra cosa se dirigiría a mi?.

Piensas que te lee.

Nunca ha dejado de hacerlo.

Subestimas mucho a las personas.

Puede ser, de todas formas igual va a saberlo.

Cómo?

Tiene sus "contactos", ya sabes.

Ahhh... claro, como olvidarlo.

Me pasas esa pieza?

Cuál, ésta?

Si.

Planeas comenzar un juego?

Es hora de iniciar el proyecto.

Cuál de todos?

Recuerdas, hace tres años aproximadamente, cuando conocí a personas que creí diferentes?

No.

Cierto, tu no existías Carol, al menos no en mi memoria.

Qué planeas?

Tienes que conocer tu pasado, para comprender tu presente.

El presente no existe.

Eso lo vamos a discutir en otra ocasión. Esta vez solo se tratará de conocer tus raíces.

Desenmarañar lo olvidado?

Incluso lo invisible.

Lo imperceptible, no existe.

Entonces porqué estas aquí?

Recolecto lo que tienes ahí.

Pero eso no es un rompecabezas.

No podré entrar allí?

Si podrás, es más, tu lo harás.

Aun no entiendo.

Acompáñame a conocer la historia a través de tus ojos.

Fantasía y Realidad?

Más que eso.

Definitivamente no te dirigirás a él cierto?

No, él está cordialmente invitado, pero no tengo nada que decirle.

Y qué hay del vacío?

El vacío siempre existe, pero siempre con esa característica Carol, Vacío.

Está bien, ya no hablaré.

Primera pieza colocada?

Primera pieza.

Cajita Musical -.1.-

En una habitación, completamente abandonada, se escucha la melodía de una cajita que, posada en la esquina del velador, tocaba sus últimas notas distorsionadas por la corrosión de los remaches del cilindro giratorio. Su espejo, empolvado, ya no reflejaba más que imperceptibles fragmentos de los hermosos cuadros de la pared de enfrente y los cajones aún se empeñaban por mantener el secreto de los objetos que guardaban, una difícil tarea por desnivel de la pequeña mesa.

...

Dochera



a Piero Ghezzi
Por: Edmundo Paz Soldán

Todas las tardes la hija de Inaco se llama Io, Aar es el río de Suiza, Somerset Maugham ha escrito La luna y seis peniques y Philip Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? El símbolo quím8ico del oro es Au, Ravel ha compuesto el Bolero y hay puntos y rayas que indican letras. Insípido es soso, las iniciales del asesino de Lincoln son JWB, las casas de campo de los jerarcas rusos son dachas, Puskas es un gran futbolista húngaro, Veronica Lake es una famosa femme fatale , héroe de Calama es Avaroa y la palabra clave de Ciudadano Kane es Rosebud. Todas las tardes Benjamín Laredo revisa diccionarios, enciclopedias y trabajos pasados para crear el crucigrama que saldrá al día siguiente en El Heraldo de Piedras Blancas. Es una rutina que ya dura veinticuatro años: después del almuerzo, Laredo se pone un apretado terno negro, camisa de seda blanca, corbata de moño rojo y zapatos de charol que brillan como los charcos en las calles después de una noche de lluvia. Se perfuma, afeita y peina con gomina, y luego se encierra en su escritorio con una botella de vino tinto y el concierto de violín de Mendelssohn en el estéreo para, con una caja de lápices Staedtler de punta fina, cruzar palabras en líneas horizontales y verticales, junto a fotos en blanco y negro de políticos, artistas y edificios célebres. Una frase serpentea a lo largo y ancho del cuadrado, la de Oscar Wilde la más usada, Puedo resistir a todo menos a las tentaciones. Una de Borges es la favorita del momento: He cometido el peor de los pecados: no fui feliz. ¡Preclara belleza de lo que se va creando ante nuestros ojos nunca cansados de sorprenderse! ¡Maravilla de la novedad en la repetición! ¡Pasmo ante el acto siempre igual y siempre nuevo! Sentado en la silla de nogal que le ha causado un dolor crónico en la espalda, royendo la madera astillada del lápiz, Laredo se enfrenta al rectángulo de papel bond con urgencia, como si en éste se encontrara oculto en su basta claridad, el mensaje cifrado de su destino. Hay momentos en que las palabras se resisten a entrelazarse, en que un dato orográfico no quiere combinar con el sinónimo de impertérrito. Laredo apura su vino y mira hacia las paredes. Quienes pueden ayudarlo están ahí, en fotos de papel sepia que parecen gastarse de tanto ser observadas, un marco de plata bruñida al lado de otro atiborrando los cuatro costados y dejando apenas un espacio para un marco más: Wilhelm Kundt, el alemán de la nariz quebrada (la gente que hace crucigramas es muy apasionada), el fugitivo nazi que en menos de dos años en Piedras Blancas se inventó un pasado de célebre crucigramista gracias a su exuberante dominio del castellano —decían que era tan esquelético porque sólo devoraba páginas de diccionarios de etimologías en el desayuno, almorzaba sinónimos y antónimos, cenaba galicismos y neologismos—; Federico Carrasco, de asombroso parecido con Fred Astaire, que descendió en la locura al creerse Joyce e intentara hacer de sus crucigramas reducidas versiones de Finnegans Wake; Luisa Laredo, su madre alcohólica, que debió usar el seudónimo de Benjamín Laredo para que sus crucigramas abundantes en despreciada flora y fauna y olvidadas artistas pudieran ganar aceptación y prestigio en Tierras Blancas; su madre, que lo había criado sola (al enterarse del embarazo, el padre de dieciséis años huyó en tren y no se supo más de él), y que, al descubrir que a los cinco años él ya sabía que agarradera era asa y tasca bar, le había prohibido que hiciera sus crucigramas por miedo a que siguiera su camino. Cansa ser pobre. Tú serás ingeniero. Pero ella lo había dejado cuando tenía diez, al no poder resistir un feroz delirium tremens en el que las palabras cobraban vida y la perseguían como mastines tras la presa. Todos los días Laredo mira al crucigrama en estado de crisálida, y luego a las fotos en las paredes. ¿A quién invocaría hoy? ¿Necesitaba la precisión de Kundt? Piedra labrada con que se forman los arcos o bóvedas, seis letras. ¿El dato entre arcano y esotérico de Carrasco? Cinematográfico de John Ford en El Fugitivo, ocho letras. ¿La diligencia de su madre para dar un lugar a aquello que se dejaba de lado? Preceptora de Isabel la Católica, autora de unos comentarios a la obra de Aristóteles, siete letras. Alguien siempre dirige su mano tiznada de carbón al diccionario y enciclopedia correctos (sus preferidos, el de María Moliner, con sus bordes garabateados, y la Enciclopedia Británica desactualizada pero capaz de informarlo de árboles caducifolios y juegos de cartas en la alta edad media), y luego ocurre la alquimia verbal y esas palabras yaciendo incongruentes una al lado de otra -dictador cubano de los 50, planta dicotiledónea de Centro América, deidad de los indios Mohauks-, de pronto cobran sentido y parecen nacidas para estar una al lado de la otra. Después, Laredo camina las siete cuadras que separan su casa del rústico edificio de El Heraldo, y entrega el crucigrama a la secretaria de redacción, en un sobre lacrado que no puede ser abierto hasta minutos antes de ser colocado en la página A14. La secretaria, una cuarentona de camisas floreadas y lentes de cristales negros e inmensos como tarántulas dormidas, le dice cada vez que puede que sus obras son joyas para guardar en el alhajero de los recuerdos, y que ella hace unos tallarines con pollo para chuparse los dedos, y a él no le vendría mal un paréntesis en su admirable labor. Laredo murmura unas disculpas, y mira al suelo. Desde que su primera y única novia lo dejó a los dieciocho años por un muy premiado poeta maldito -o, como él prefería llamarlo, un maldito poeta-, Laredo se había pasado la vida mirando al suelo cuando tenía alguna mujer cerca suyo. Su natural timidez se hizo más pronunciada, y se recluyó en una vida solitaria, dedicada a sus estudios de arqueología (abandonados al tercer año) y al laberinto intelectual de los crucigramas. La última década pudo haberse aprovechado de su fama en algunas ocasiones, pero no lo hizo porque él, ante todo, era un hombre muy ético. Antes de abandonar el periódico, Laredo pasa por la oficina del editor, que le entrega su cheque entre calurosas palmadas en la espalda. Es su única exigencia: cada crucigrama debe pagarse el día de su entrega, excepto los del sábado y el domingo, que se pagan el lunes. Laredo inspecciona el cheque a contraluz, se sorprende con la suma a pesar de conocerla de memoria. Su madre estaría muy orgullosa de él si supiera que podía vivir de su arte. Debiste haber confiado más en mí, mamá. Laredo vuelve al hogar con paso cansino, rumiando posible definiciones para el siguiente día. Pájaro extinguido, uno de los primeros reyes de Babilonia, país atacado por Pedro Camacho en La tía Julia y el escribidor, isótopo radiactivo de un elemento natural, civilización contemporánea de la nazca en la costa norte del Perú, aria de Verdi, noveno mes del año lunar musulmán, tumor producido por la inflamación de los vasos linfáticos, instrumento romo, rebelde sin causa. Ese atardecer, Benjamín Laredo volvía a casa más alegre de lo habitual. Todo le parecía radiante, incluso el mendigo sentado en la acera con la descoyuntada cintura ósea que termina por la parte inferior el cuerpo humano (seis letras), y el adolescente que apareció de improviso en una esquina, lo golpeó al pasar y tenía una grotesca prominencia que forma el cartílago tiroides en la parte anterior del cuello (cuatro letras). Acaso era el vino italiano que había tomado ese día para celebrar el fin de una semana especial por la calidad de sus cuatro últimos crucigramas. El del miércoles, era el film noir, con la foto de Fritz Lang en la esquina superior izquierda y a su lado derecho la del autor de Double Indemnity, había motivado numerosas cartas de felicitación. Estimado señor Laredo: le escribo estas líneas para decirle que lo admiro mucho, y que estoy pensando en dejar mis estudios de ingeniería industrial para seguir sus pasos. Muy Apreciado: Ojalá que Sigas con los Crucigramas Temáticos. ¿Qué Tal Uno que Tenga como Tema las Diversas Formas de Tortura Inventadas por los Militares Sudamericanos el Siglo XX? Laredo palpaba las cartas en su bolsillo derecho y las citaba de corrido como si estuviera leyéndolas en Braille. ¿Estaría ya a la altura de Kuntz? ¿Había adquirido la inmortalidad de Carrasco? ¿Lograba superar a su madre para así recuperar su nombre? Casi. Faltaba poco. Muy poco. Debía haber un Premio Nobel para artistas como él: hacer crucigramas no era menos complejo y trascendental que escribir un poema. Con la delicadeza y la precisión de un soneto, las palabras se iban entrelazando de arriba abajo y de izquierda a derecha hasta formar un todo armonioso y elegante. No se podía quejar: su popularidad era tal en Piedras Blancas que el municipio pensaba bautizar una calle con su nombre. Nadie ya leía a los poetas malditos, y menos a los malditos poetas, pero prácticamente todos en la ciudad, desde ancianos beneméritos hasta gráciles Lolitas -obsesión de Humbert Humbert, personaje de Nabokov, Sue Lyon en la pantalla gigante-, dedicaban al menos una hora de sus días a intentar resolver sus crucigramas. Más valía el reconocimiento popular en un arte no valorado que una multitud de premios en un campo tomado en cuenta sólo por unos pretenciosos estetas, incapaces de reconocer el aire de los tiempos. En la esquina a una cuadra de su casa una mujer con un abrigo negro esperaba un taxi (piel usada para la confección de abrigos, cinco letras). Las luces del alumbrado público se encendieron, su fulgor anaranjado reemplazando pálidamente la perdida luz del atardecer. Laredo pasó al lado de la mujer; ella volcó la cara y lo miró. Era joven, de edad indefinida: podía tener diecisiete o treinta y cinco años. Tenía un mechón de pelo blanco que le caía sobre la frente y le cubría el ojo derecho. Laredo continuó la marcha. Se detuvo. Ese rostro... Un taxi se acercaba. Giró y le dijo: -Perdón. No es mi intención molestarla, pero... -Pero me va a molestar. -Sólo quería saber su nombre. Me recuerda a alguien. -Dochera. -¿Dochera? -Disculpe. Buenas noches. El taxi se había detenido. Ella subió y no le dio tiempo de continuar la charla. Laredo esperó que el destartalado Ford Falcon se perdiera antes de proseguir su camino. Ese rostro... ¿a quién le recordaba ese rostro? Se quedó despierto hasta la madrugada, dando vueltas en la cama con la luz de su velador encendida, explorando en su prolija memoria en busca de una imagen que correspondiera de algún modo con la nariz aguileña, la tez morena y la quijada prominente, la expresión entre recelosa y asustada. ¿Un rostro entrevisto en la infancia, en una sala de espera en un hospital, mientras, de la mano de su abuelo, esperaba que le informaran que su madre había vuelto de la inconsciencia alcohólica? ¿En la puerta del cine de barrio, a la hora de la entrada triunfal de las chicas de minifalda rutilantes, de la mano de sus parejas? Aparecía la imagen de senos inverosímiles de Jayne Mansfield, que había recortado de un periódico y colado en una página de su cuaderno de matemáticas, la primera vez que había intentado hacer un crucigrama, un día después del entierro de su madre. Aparecían rubias y de pelo negro oloroso a manzana, morenas hermosas gracias al desparpajo de la naturaleza o a los malabares del maquillaje, secretarias de rostros vulgares y con el encanto o la insatisfacción de lo ordinario, mujeres de la realeza y desconocidas con las que se había cruzado por la calle, la piel no tocada varios días por el agua. La luz se filtraba, tímida, entre las persianas de la habitación cuando apareció la mujer madura con un mechón blanco sobre la cabeza. La dueña de El Palacio de las princesas dormidas, la revistería del vecindario donde Laredo, en la adolescencia, compraba los Siete Días y Life de donde recortaba las fotos de celebridades para sus crucigramas. La mujer que se le acercó con una mano llena de anillos de plata al verlo ocultar con torpe disimulo, en una esquina del recinto oloroso a periódicos húmedos, una Life entre los pliegues de la chamarra de cuero marrón. -¿Cómo te llamas? Lo agarraría y lo denunciaría a la policía. Un escándalo. En su cama, Laredo revivía el vértigo de unos instantes olvidados durante tantos años. Debía huir. -Te he visto muchas veces por aquí. ¿Te gusta leer? -Me gusta hacer crucigramas. Era la primera vez que lo decía con tanta convicción. No había que tenerle miedo a nada. La mujer abrió sus labios en una sonrisa cómplice, sus mejillas se estrujaron como papel. -Ya sé quién eres. Benjamín. Como tu madre, Dios la tenga en su gloria. Espero que no te guste hacer otras cosas tontas como ella. La mujer le dio un pellizco tierno en la mejilla derecha. Benjamín sintió que el sudor se escurría por sus sienes. Apretó la revista contra su pecho. -Ahora lárgate, antes de que venga mi esposo. Laredo se marchó corriendo, el corazón apresurado como ahora, repitiéndose que nada le gustaba más que hacer crucigramas. Nada. Desde entonces no había vuelto a El palacio de las princesas dormidas por una mezcla de vergüenza y orgullo. Había incluso dado rodeos para no cruzar por la esquina y toparse con la mujer. ¿Qué sería de ella? Sería una anciana detrás del mostrador de la revistería. O quizás estaría cortejando a los gusanos en el cementerio municipal. Laredo repitió, su cuerpo fragmentado en líneas paralelas por la luz del día: nada me más que. Nada. Debía pasar la página, devolver a la mujer al olvido en que la tenía prisionera. Ella no tenía nada que ver con su presente. El único parecido con Dochera era el mechón blanco. Dochera, susurró, los ojos revoloteando por las paredes desnudas de la habitación. Do-che-ra. Era un nombre extraño. ¿Dónde podría volver a encontrarla? Si había tomado el taxi tan cerca de su casa, acaso vivía a la vuelta de la esquina: se estremeció al pensar en esa hipotética cercanía, se mordió las uñas ya más que mordidas. Lo más probable, sin embargo, era que ella hubiera estado regresando a su casa después de visitar a alguna amiga. O a familiares. ¿A un amante? Dochera. Era un nombre muy extraño. Al día siguiente, incluyó en el crucigrama la siguiente definición: Mujer que espera un taxi en la noche, y que vuelve locos a los hombres solitarios y sin consuelo. Siete letras, segunda columna vertical. Había transgredido sus principios de juego limpio y su responsabilidad para con sus seguidores. Si las mentiras que poblaban las páginas de los periódicos, en las declaraciones de los políticos y los funcionarios de gobierno, se extendían al reducto sagrado de las palabras cruzadas, estables en su ofrecimiento de verdades fáciles de comprobar con una buena enciclopedia, ¿qué posibilidades existían para que el ciudadano común se salvara de la generalizada corrupción? Laredo había dejado en suspensión esos dilemas morales. Lo único que le interesaba era enviar un mensaje a la mujer de la noche anterior, hacerle saber que estaba pensando en ella. La ciudad era muy chica, ella debía haberlo reconocido. Imaginó que ella, al día siguiente, haría el crucigrama en la oficina en la que trabajaba, y se encontraría con ese mensaje de amor que la haría sonreír. Dochera, escribiría con lentitud, paladeando el momento, y luego llamaría al periódico para avisar que había recibido el mensaje, podían tomar un café una de esas tardes. Esa llamada no llegó. Sí, en cambio, las de muchas personas que habían intentado infructuosamente resolver el crucigrama y pedían ayuda o se quejaban de su dificultad. Cuando, un día después, fue publicada la solución, la gente se miró incrédula. ¿Dochera? ¿Quién había oído hablar de Dochera? Nadie se animó a preguntarle o discutirle a Laredo: si él lo decía, era por algo. No por nada se había ganado el apodo de El Hacedor. El Hacedor sabía cosas que la demás gente no conocía. Laredo volvió a intentar con: Turbadora y epifánica aparición nocturna, que ha convertido un solitario corazón en una suma salvaje y contradictoria de esperanzas y desasosiegos. Y: De noche, todos los taxis son pardos, y se llevan a la mujer de mechón blanco, y con ella mi órgano principal de circulación de la sangre. Y: A una cuadra de la Soledad, al final de la tarde, hubo el despertar de un mundo. Los crucigramas mantenían la calidad habitual, pero todos, ahora, llevaban inserta, como una cicatriz que no acababa de cerrarse, una definición que remitiera al talismánico nombre de siete letras. Debía parar. No podía. Hubo algunas críticas; no le interesaba (autor de El criticón, siete letras). Sus seguidores se fueron acostumbrando, y comenzaron a ver el lado positivo: al menos podían comenzar a resolver el crucigrama con la seguridad de tener una respuesta correcta. Además, ¿no eran los genios extravagantes? Lo único diferente era que a Laredo le había tomado veinticinco años encontrar su lado excéntrico. Al Beethoven de Piedras Blancas bien podían permitírsele acciones que se salían de lo acostumbrado. Hubo cincuenta y siete crucigramas que no encontraron respuesta. ¿Se había esfumado la mujer? ¿O es que Laredo se había equivocado en el método? ¿Debía rondar todos los días la esquina de su casa, hasta volverse a encontrar con ella? Lo había intentado tres noches, la gomina Lord Cheseline refulgiendo en su cabellera como si se tratara de un ángel en una fallida encarnación mortal. Se sintió ridículo y vulgar acosándola como un asaltante. También había visitado, sin suerte, las compañías de taxis en la ciudad, tratando de dar con los taxistas de turno aquella noche (las compañías no guardaban las listas, hablaría con el director del periódico, alguien debía escribir una editorial al respecto). ¿Poner un aviso de una página en El Heraldo, describiendo a Dochera y ofreciendo dinero al que pudiera darle información sobre su paradero? Pocas mujeres debían tener un mechón de pelo blanco, o un nombre tan singular. No lo haría. No había publicidad superior a la de sus crucigramas: ahora toda la ciudad, incluso quienes no hacían crucigramas, sabía que Laredo estaba enamorado de una mujer llamada Dochera. Para ser un tímido enfermizo, Laredo ya había hecho mucho (cuando la gente le preguntaba quién era ella, él bajaba la mirada y murmuraba que en una tienda de libros usados había encontrado una invaluable y ya agotada enciclopedia de los Hititas). ¿Y si la mujer le había dado un nombre falso? Esa era la posibilidad más cruel. Una mañana, se le ocurrió visitar el vecindario de su adolescencia, en la zona noroeste de la ciudad, profusa en sauces llorones. El entrecruzamiento de estilos creaba una zona de abigarradas temporalidades. Las casonas de patios interiores coexistían con modernas residencias, el kiosko del Coronel, con su vitrina de anticuados frascos de farmacia para los dulces y las gomas de mascar perfumadas (siete letras), estaba al lado de una peluquería en la que se ofrecía manicura para ambos sexos. Laredo llegó a la esquina donde se encontraba la revistería. El letrero de elegantes letras góticas, colgado sobre una corrediza puerta de metal, había sido sustituido por un basto anuncio de cerveza, bajo el cual se leía, en letras pequeñas, Restaurante El palacio de las princesas. Laredo asomó la cabeza por la puerta. Un hombre descalzo y en pijamas azules trapeaba el piso de mosaicos de diseños árabes. El lugar olía a detergente de limón. -Buenos días. El hombre dejó de trapear. -Perdone... Aquí antes había una revistería. -No sé nada, sólo soy un empleado. -La dueña tenía un mechón de pelo blanco. El hombre se rascó la cabeza. -Si es en la que estoy pensando, murió hace mucho. Era la dueña original del restaurante. Fue atropellada por un camión distribuidor de cervezas, el día de la inauguración. -Lo siento. -Yo no tengo nada que ver. Sólo soy un empleado. -¿Alguien de la familia quedó a cargo? -Su sobrino. Ella era viuda, y no tenía hijos. Pero el sobrino lo vendió al poco tiempo, a unos argentinos. -Para no saber nada, usted sabe mucho. -¿Perdón? -Nada. Buenos días. -Un momento... ¿No es usted...? Laredo se marchó con paso apurado. Esa tarde, escribía el crucigrama cincuenta y ocho de su nuevo período cuando se le ocurrió una idea. Estaba en su escritorio con un traje negro que parecía haber sido hecho por un sastre ciego (los lados desiguales, un corte diagonal en las mangas), la corbata de moño rojo y una camisa blanca manchada por gotas del vino tinto que tenía en la mano -Merlot, Les Jamelles-. Había treinta y siete libros de referencia apilados en el suelo y en la mesa de trabajo; los violines de Mendelssohn acariciaban sus lomos y sobrecubiertas ajadas. Hacía tanto frío que hasta Kundt, Carrasco y su madre parecían tiritar en las paredes. Con un Staedtler en la boca, Laredo pensó que la demostración de su amor había sido repetitiva e insuficiente. Acaso Dochera quería algo más. Cualquiera podía hacer lo que él había hecho; para distinguirse del resto, debía ir más allá de sí mismo. Utilizando como piedra angular la palabra Dochera, debía crear un mundo. Afluente del Ganges, cuatro letras: Mars. Autor de Todo verdor perecerá, ocho letras: Manterza. Capital de Estados Unidos, cinco letras: Deleu. Romeo y... seis letras: Senera. Dirigirse, tres letras: lei. Colocó las cinco definiciones en el crucigrama que estaba haciendo. Había que hacerlo poco a poco, con tiento. Adolescentes en los colegios, empleados en sus oficinas y ancianos en las plazas se miraron con asombro: ¿se trataba de un error tipográfico? Al día siguiente descubrieron que no. Laredo se había pasado de los límites, pensaron algunos, rumiando la rabia de tener entre sus manos un crucigrama de imposible resolución. Otros aplaudieron los cambios: eso hacía más interesantes las cosas. Sólo lo difícil era estimulante (dos palabras, diez letras). Después de tantos años, era hora de que Laredo se renovara: ya todos conocían de memoria su repertorio, sus trucos de viejo malabarista verbal. El Heraldo comenzó a publicar, aparte del crucigrama de Laredo, uno normal para los descontentos. El crucigrama normal fue retirado once días después. La furia nominalista del Beethoven de Piedras Blancas se fue acrecentando a medida que pasaban los días y no oía noticias de Dochera. Sentado en su silla de nogal noche tras noche, fue destruyendo su espalda y construyendo un mundo, superponiéndolo al que ya existía y en el que habían colaborado todas las civilizaciones y los siglos que confluían, desde el origen de los tiempos, en un escritorio desordenado en Piedras Blancas ¡Preclara belleza de lo que se va creando ante nuestros ojos nunca cansados de sorprenderse! ¡Maravilla de la novedad en la novedad! ¡Pasmo ante el acto siempre nuevo y siempre nuevo! Se veía bailando los aires de una rondalla en el Cielo de los Hacedores -en el que los Crucigramistas ocupaban el piso más alto, con una vista privilegiada del Jardín del Paraíso, y los Poetas el último piso-, de la mano de su madre y mientras Kundt y Carrasco lo miraban de abajo a arriba. Se veía desprendiéndose de la mano de su madre, convirtiéndose en una figura etérea que ascendía hacia una cegadora fuente de luz. La labor de Laredo fue ganando en detalle y precisión mientras sus provisiones de papel bond y Staedtler se acababan más rápido que de costumbre. La capital de Venezuela, por ejemplo, había sido primero bautizada como Senzal. Luego, el país del cual Senzal era capital había sido bautizado como Zardo. La capital de Zardo era ahora Senzal. Los héroes que habían luchado en las batallas de la independencia del siglo pasado fueron rebautizados, así como la orografía y la hidrografía de los cinco continentes, y los nombres de presidentes, ajedrecistas, actores, cantantes, insectos, pinturas, intelectuales, filósofos, mamíferos, planetas y constelaciones. Cima era ruda, sima era redo. Piedras Blancas era Delora. Autor de El mercader de Venecia era Eprinip Eldat. Famoso creador de crucigramas era Bichse. Especie de chaleco ajustado al cuerpo era frantzen. Objeto de paño que se lleva sobre el pecho como signo de piedad era vardelt. Era una labor infinita, y Laredo disfrutaba del desafío. La delicada pluma de un ave sostenía un universo. El atardecer doscientos tres, Laredo volvía a casa después de entregar su crucigrama. Silbaba La caballería rústicana desafinando. Dio unos pesos al mendigo de la doluth descoyuntada. Sonrió a una anciana que se dejaba llevar por la correa de un pekinés tuerto (¿pekinés? ¡zendala!). Las luces de sodio del alumbrado público parpadeaban como gigantescas luciérnagas (¡erewhons!). Un olor a hierbabuena escapaba de un jardín en el que un hombre calvo y de expresión melancólica regaba las plantas. En algunos años, nadie recordará los verdaderos nombres de esas buganvillas y geranios, pensó Laredo. En la esquina a cinco cuadras de su casa una mujer con un abrigo negro esperaba un taxi. Laredo pasó a su lado; ella volcó la cara y lo miró. Era joven, de edad indefinida. Tenía un mechón de pelo blanco que le caía sobre la frente y le cubría el ojo izquierdo. La nariz aguileña, la tez morena y la quijada prominente, la expresión entre recelosa y asustada. Laredo se detuvo. Ese rostro... Un taxi se acercaba. Giró y le dijo: -Usted es Dochera. -Y usted es Benjamín Laredo. El Ford Falcon se detuvo. La mujer abrió la puerta trasera y, con una mano llena de anillos de plata, le hizo un gesto invitándolo a entrar. Laredo cerró los ojos. Se vio robando ejemplares de Life en El palacio de las princesas dormidas. Se vio recortando fotos de Jayne Mansfield, y cruzando definiciones horizontales y verticales para escribir en un crucigrama. Puedo resistir todo menos a las tentaciones. Vio a la mujer del abrigo negro esperando un taxi aquel lejano atardecer. Se vio sentado en su silla de nogal decidiendo que el afluente del Ganges era una palabra de cuatro letras. Vio el fantasmagórico curso de su vida: una pura, asombrosa, traslúcida línea recta. ¿Dochera? Ese nombre también debería ser cambiado. ¡Mukhtir! Se dio la vuelta. Prosiguió su camino, primero con paso cansino, luego a saltos, reprimiendo sus deseos de volcar la cabeza, hasta terminar corriendo las dos cuadras que le faltaban para llegar al escritorio en el que, en las paredes atiborradas de fotos, un espacio lo esperaba.

sábado, 18 de octubre de 2008

Un nuevo acorde.


Me dijeron que llegaste del cielo; por tu silencio, me pregunté si por allá perdería la voz. Pasó el tiempo, y me dijiste que en realidad eras hijo del viento pero que era un secreto, entonces simplemente me limité a oír tus pequeños pasos. Creciendo a diario, determinaste la existencia de un dios, cuyos poderes te habían sido encomendados por el bien de la supervivencia de los animales, y me dediqué a mirar tu sonrisa; así el cuaderno de notas se fue formando y los acordes se determinaron, concluí que un artista se escondía allí a dentro. Venias del tiempo y el tiempo era tuyo. Ahora se tienen mutuamente de brazos y yo, solo esperaré a escuchar tu treceava sinfonía.
Éxito.

miércoles, 15 de octubre de 2008

...

Morir Viviendo o Vivir Muriendo?

At Last...

I should start to stop loving you in every way

since the first moment I said no more.

Pinceladas

Las pinceladas en el lienzo,
son definidas por el movimiento de tus manos,
la fuerza y delicadeza aplicadas en ellas,
manipularán el pincel correctamente para que su rastro interprete tu mente.

Cuando tu mente cambia,
tu mano cambia,
y el resultado se modifica.

Y, Cuando algo diferente es percibido por tus sentidos
el corazón acompaña la mente
provisionando la información adquirida
con un poquito de fantasía.

Así, la herida provocada en el alma,
la utopía grabada en el corazón,
los fragmentos racionales de tu memoria
pueden ser plasmadas en la esencia
detrás de cada pigmento.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Tiempo de Silencio

Ya son lejanos los días en que,
por encantos del tiempo,
intercambiábamos sonrisas
y compartíamos sentimientos.
Son vanos los recuerdos
que los objetos guardan
del deseo de ser despertados
de entre el polvo que los amarra.
Es vil el deseo
de creer en las palabras de nuevo,
cuando el tiempo añora el momento
de extinguir por completo
los rastros de esos cuadernos.
Y es sutil el silencio
que se balancea a diario,
entre la palabrería de la muchedumbre,
tocando tan solo
pequeños rastros eternos,
de los pausados bosquejos
que armonizan el movimiento.
Una palabra
y un concepto;
una mirada
y un sentimiento;
Una pausa
y un pensamiento,
bastaron para
reafirmar tu eterna presencia,
Silencio.

miércoles, 1 de octubre de 2008

She.

La Rutina

Las luces entraron al cuarto,
El silencio invitó a encender la radio,
El mismo CD de hace unas semanas,
Y la misma tonada, ya algo rayada.
Caminar descalza entre las hojas revueltas,
Los libros tirados, las frases sueltas,
Unos bocetos esperando y el polvo…
Flotando.
La cabeza zumbando,
El agua tibia,
Los recuerdos llamando,
Y la misma vocecita charlando.
La misma hora,
El mismo horario,
Las mismas caras,
Los nuevos comentarios.
La particularidad de las personalidades,
La ausencia de los cobardes,
Los ejercicios de la pizarra,
Las bromas,
Sus voces.
Una nueva lista,
La sorpresa y asi el camino que se abre,
La mano sobre mi hombro y el peso de la nueva carrera que se inicia,
Los mails,
El almuerzo,
La charlas,
La tarde,
La rutina,
El silencio volviendo.
Y sabes. Después de todo…
Solo necesité dos palabras para sentirme feliz,
Quebrantando así, las leyes de la rutina.
Gracias ^^.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Inicio: Vacío Fin: Vacío

...el aburrimiento es el causante del cansancio, luego viene lo demás, aunque el causante del aburrimiento puede ser la rutina, pero antes de todo esto está la oportunidad, y asi, es una analogía infinita que termina, o llega a que todo comience en lo que llamamos, un intercambio de palabras, ideas, o coincidencia?, depende mucho de cómo uno interprete esos hechos.

La solución, para la gente, es simple, deshacerse del problema, es una regla que debe seguirse para dejar de querer a alguien, y funciona bastante bien, el problema radica cuando no se cumple esta regla y uno se amarga la existencia ^^.

Para las personas, en cambio, se trata de reconstruir tu vida desde otro punto, ordenar tu universo y entender los sucesos, aprender a no dejar de querer, y asi crear el sentido del concepto eterno, rompen las reglas o.o, pero como dicen, las reglas fueron hechas para romperse, lo interesante no está en romperlas, si no en el argumento que se tiene para eliminarlas ^^.

por lo final, solo nos queda asumir lo que creamos y lo que somos.

abstenciones?

viernes, 26 de septiembre de 2008

Our infancy... has already gone.

What have you forgotten?

jueves, 25 de septiembre de 2008

Lluvia

Hoy de madrugada fui testigo de lo que ahora son tus vestigios, mientras tú, temeroso, te me acercabas… te había escuchado desde horas antes, fue tan suave tu llegada…

Te extrañé, No sabes cuanto.

Recordar de niña tu llamado…ese olor fresco, el movimiento del viento anunciando tu llegada y ese ritmo melodioso que se apaga solo para oírte.

Recordar, también, cómo esperaba, en esos tiempos de niña, ver a mamá distraída solo para salir por esa esquina…y llegar a encontrarte…

Me tomaba unos segundos el mirarte y demandarte por desafiarme… agradecerte la visita con nuestro saludo y comenzar el baile.

Sacarme los zapatos, y esperar la octava de tiempo correcta… observando como se deformaba el panorama, y percibiendo como paralizabas los segundos.

Un, dos, tres…
Vuelta..
Un, dos, tres..
Levantar la mirada y cerrar los ojos…

Me traías historias, por esas épocas, yo… te preguntaba porqué desaparecías tanto tiempo, pero solo me callabas y procedías con tus palabras…

Me contaste de las travesuras del viento, quien deformaba las figuras de la arena y las mareas de las aguas. También me hablaste de las grandes ciudades, y de invisibles murallas que dividían a los humanos, del incontrolable fuego, de la tierra muerta, y de los rincones del océano jamás visitadas.

Te pregunté si vería todo aquello, y respondiste que vería mucho más, sería cuestión de tiempo…y te tomaría un par de viajes más…

Hoy por la madrugada, me preguntaste si tenía acompañante…yo… solo te miré, el lugar era propicio…Y al extender mis manos…Me sacaste a danzar…Otra vez paraste el tiempo…Otra vez dibujaste estrellas en la tierra…Otra vez fuimos tú y yo bajo el infinito, una vez más solos.

Y hoy…
Llegué tarde,
Podrías, en estos días,
Volver a acompañarme?

Un, dos, tres…
Vuelta..
Un, dos, tres..
Levantar la mirada y cerrar los ojos…

domingo, 21 de septiembre de 2008

Laberinto.

Capítulo Primero.


-Cuéntame otro cuento de hadas, que el último ya se esfumó…- pidió mientras espiaba su cambiante y pequeña figura tridimensional.

-Cada día que pasa te duran menos, no crees que te hará daño soñar tanto?…- contestó tomándole la mano que quedaba libre.

-Tengo un revoltijo de cosas, no creo q uno más haga la diferencia…- explicaba indiferente mientras dejaba que la figura se extendiera sobre su mano mostrando sus mas profundos rincones.

- Por eso te dura poco, debes entender que… siempre hay diferencia entre una y otra…- respondía mientras su mano, al palpar los pequeños objetos grises de la figura, despertaba las historias. –sientes eso?- le murmura al oído.

-No, observa bien- contestó con cierta amargura entre sus palabras –los sucesos pasan pero continúan grises…-

-Eso es porque las estas olvidando- respondió con una sonrisa.

-Eso no es cierto, mira, allí esta el tiempo, dejando cada preciso detalle, no deja escapar los objetos del espacio que se encuentran en esos instantes, y mira, allí está el viento, retomando cada paso de las personas, y la música, escucha los murmullos, los diálogos, las frases silenciosas, observa los detalles, sus rostros…- sus ojos no dejaban de revolotear entre un lugar y otro, sin poder seleccionar uno para escuchar con toda su atención.

-mira ese espacio…- interrumpió dirigiendo su dedo hacia el otro lado, apuntó el centro del laberinto que continuaba expandiéndose -…si…ese eres tu…-

-no es posible, prometió sacarme de allí…-

***

Ese me gustó,

Porqué?

Porque parecía poder ser real.

Buenas días.

-Hasta el crepúsculo…. –

***

Andy!!!- gritaba una niña de vestido blanco intentando llegar a tiempo.

Ha despertado-

Si…- Contestó mientras sus miradas observaban el horizonte..

martes, 16 de septiembre de 2008

Una silenciosa charla...

Debajo de un roble, en las lejanías de quien sabe que pueblo, descansaba. Su katana yacía al lado del cesto de comida, y algunas de sus prendas estaban colgadas en las ramas meciéndose con el viento.

Era uno de esos atardeceres de verano, esos donde la brisa del comienzo de la noche te refresca el espíritu después de haber sobrellevado las altas temperaturas de la tarde. El silencio estaba presente en cada uno de los rincones del pueblo, pero su melodía gritaba en la colina que había atraído a la extraña.

Sus ojos cerrados permitían revivir los momentos bélicos que hacía poco tiempo había librado. El profundo análisis del oponente, la ruptura de la quietud del viento, el roce de las hojas de las espadas, el ínfimo contacto en la aproximación de los movimientos, los breves momentos estáticos de la batalla, las preguntas cubiertas detrás de los rostros inexpresivos, los sonidos ausentes, la distracción de los recuerdos, la ausencia del origen certero de la pelea, el sin sentido de la particularidad de la lucha, la fuerza aplicada y correspondida, la respuesta mecánica del movimiento reconocido, una mirada de reojo, el próximo ataque fatal, dejar caer la espada, la espera, la eternidad del instante, la aproximación final del contrincante, la sonrisa producida por el reconocimiento, una promesa resguardada, un adiós, la interposición voluntaria entre el arma blanca y su corazón, la última aproximación de los cuerpos, la mirada vacía, las hojas de un roble, el nuevo correr del tiempo, su último atardecer…

jueves, 11 de septiembre de 2008

Las últimas memorias de Shén Jin Bin

-Ámame cuando menos lo merezca, porque es cuando más lo necesito...-
Pronunció frívolamente mientras retorcía la estaca en su pecho, y su cabello suelto recorría todas las heridas que en ella había causado.

-Porqué no me recuerdas?... descansar en la orilla del lago se me había hecho una costumbre, sabes?, creo que pasaba horas allí sentado solo observándote, y es que, al permanecer en este mundo muerto en vida, encontraba en ti aquello que no existiría jamás en mi. Era acaso mucho pedir que me regalases unas migajas de lo que te producía alegría?.-, Las ocho de una de las noches de Septiembre resonaron en algún reloj lejano.

-Ahhh... fue una noche como ésta-, comenzaba a recordar mientras suspendía su mirada hacia la pequeña ventana abarrotada, -esa noche que nevó y yo seguía en mi esquina, la noche en que por primera vez atravesaste el parque del lago, y pasaste por mi esquina, aquella en la que tumbaste tu cartera, en mi esquina...- cierra los ojos... -Confiésame… lo hiciste adrede?... es que acaso preparaste esa situación?, llegar al trabajo, simular estar atrasada, día perfecto para necesitar acortar el paso, y salir distraída… como tantos otros días?-...una pequeña risa en la cara comenzaba a engrandecerse con cada palabra - y es que fui yo quien se tragó toda la historia… fui yo quien lo cargué … porqué llevabas allí tu diario??-…la abraza… -Lo confieso… necesitaba conocerte… tal vez… leerte bastaría… pero qué maldición sellaste en mi con cada palabra escrita?... Conocerte… implicó varias cosas, pero… entre ellas, el saber que tu vida resultaba ser tan amarga y fría como la mía… me enamoró… y es que entonces ya no te envidiaba, entonces te admiraba… mírame y responde, deja de guardar tanto silencio… cómo lograbas mantenerte de pie, firme y alegre, cuando tantos mentían?; porqué levantabas la vista y la defendías la injusticia, qué acaso no te dabas cuenta que las oportunidades deben irse cuando se las desprecia?; hasta cuando esperarías para vislumbrar ese mundo utópico que con tanto anhelo describías?... -… una mirada de ternura se posó en el cuerpo inerte…-Y así te fui queriendo mientras los días pasaban en mi esquina, pero las noches pasaban en las luces del alumbrado de afuera de tu casa…mientras estas hojas, entre mis dedos, fueron memorizadas… y mientras tu rostro comenzó a inmortalizarse en mi memoria-… cerró sus ojos… -Por qué no me seguiste?... por qué me evadiste?... cuántas veces me armé de valor para tocar tu puerta, consiguiendo sólo que me la tiraras en la cara?, cuantas veces tuve que confundirte con alguien más de esta podrida sociedad?-… sus ojerosos y pálidos pómulos apenas podían mantenerse entreabiertos -Pero después de esa noche, si… la noche en que logré entrar a tu casa a hurtadillas, siempre te he tenido aquí a mi lado… y es que esa noche te liberé de todo lo material que te privaba de acompañarme en el camino extraño para encontrar las piezas correctas que logren ordenar este rompecabezas de idioteces que se viven... y aunque desde entonces no me has querido hablar, y me das la espalda, como si de un extraño se tratase, amada mía, hoy prometo que será el día en que me toque a mi escuchar una nueva propuesta utópica... -…su bata blanca ya se había coloreado lo suficiente como para mantenerlo conciente; finalmente se aferro a una almohada rasgada que abrazaba desde la noche anterior.



Grabación 1244, Código 44, Hotel Pacheco.
Sucre, Septiembre del 1961. 01:02 am.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

...sometimes it's better to give wings to your mind...


Hay cosas que no necesitan ser buscadas, para ser encontradas….

domingo, 7 de septiembre de 2008

Domingo de Ramos...

1789.-

“En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”… “Amén!”

Las doce del medio día, estruendoroso se dejó sentir entre la plaza y las calles de los alrededores, la multitud comienza a llenar la plaza entre grandes carcajadas y discusiones.

Pies descalzos…

Una madre presurosa tomaba casi a trote a su pequeño hijo, quien, con no más de tres años, iba distraído por las hojas de palmas adornadas con flores que desprendían un olor nuevo para sus sentidos…

Vestido blanco…

El viento del sur soplaba suavemente, dejando en claro la época del año; una anciana vendía bufandas en la esquina y recibía además un gracias en forma de comida por parte de los compradores.

Una canasta de mimbre…

El choque de monedas compraba la fe de quienes minutos antes habían sido condenados a pasar otro día con hambre, un debate de precios se disputaba entre quienes aprovechaban las fechas y quienes reprochaban los precios.

Flores blancas y amarillas

Los finos trajes se paseaban de un lado a otro, tal vez preguntándose qué hacer con el acontecimiento inexistente al que, aunque ya hubiese pasado tiempo, sin duda temían.

Con la respiración entre cortada se detiene para comenzar a repartir aquello que el día anterior, con su madre, había recortado del jardín, dejándolas una vez más sin el esplendoroso color que prevalecía en la estación anterior.

Una pequeña sonrisa…

Camina, pequeña, entre los apresurados pasos, tomando con una mano el canasto y con la otra una flor levantada para poder ser observada entre las personas…

“¿Una flor para que acompañe su día?”, repetía una y otra vez. Los roces entre cuerpos maltrataban las flores del canasto.

Manos espinadas…

La angustia de tener a alguien en casa la acompaña las siguientes horas.

Comienza a nevar levemente, y sus ojos se desplazan hacia arriba. Las personas se mueven en conjunto, encerradas en su mundo, ajenas a todo lo demás.

El reloj marca las cinco; con las manos , sin abrigo, continúa su caminata, ya cansada, intentando vaciar el canasto de flores marchitas, su cabello, blanco por los pequeños copos, descansaba sobre sus hombros, acompañados de una mirada vacía, pero dispuesta a encontrar a alguien que le comprase al menos una de sus flores.

Vio acercarse entonces a una anciana, envuelta en su tapado, demacrada por el traba de las minas, se dirigió lenta pero constantemente hasta el lugar de al niña.

Abrió un poco más los ojos de admiración, y por cada paso que la señora daba le era aún más difícil creer que lograría, después de todo, juntar algo de dinero para el pan.

“Dame una” dijo la anciana estirando su brazo, el sobre salto, la esperanza que volvía, todo, llenaron su ser. Muda, estiró su mano, sacando la rosa más blanca, la más hermosa; sin creerlo aún volteó su rostro para entregársela, dirigiendo esta vez su mirada hacia los ojos negros de la anciana; el temor y el viento frío empaparon sus ojos de lágrimas.

Un sobresalto…

La mano de la añeja mujer siguió de largo hasta dar con una rosa roja, su vista, perpleja, sigue el brazo de quien la vendía, hasta dar con la cara de un niño sonriente, con rastros de hollín por todo el rostro.

“Muchas gracias, aquí tienes”, palabras de la Potosina.

“Cuando guste, regrese aquí, a Sucre y la esperaré con todo un ramo” responde el pequeño.

Una sola lágrima fue derramada…ahogando el corazón de la niña, cuyos ojos celestes se opacaron. Recorrió las otras calles sin descanso, desapareciendo entre los copos de nieve que formaban su recuerdo, ella, ya formaba parte de las voces olvidadas.

“¿Querría una flor para que acompañe este día?”…

Fortuito

Porque...
mantener entre lagrimas
la esperanza de tenerte en mi...
Es mantener un corazón herido,
es proclamar la muerte,
es mantenerme existente...
...en medio de mi presente ausencia en ti...

sábado, 6 de septiembre de 2008

La creación del...

Érase una vez, en una tierra de nobles muy cercana y ausente, un Odio que apellidaba Te, y un Quiero, siempre acompañado por Locura, que solía creer haber sido el rey.

Años atras... la historia sucedió así...

Quiero tenía encomendada una tarea olvidada,
una tarea solo hablada por las antiguas lenguas, Quiero debía preservar el equilibrio con su antagonista, uno claro, desconocido por Quiero .

Odio era mas simple,
sus tareas encomendadas consistían en dedicar el día entero a cuestionar los males del mundo, no tenia porqué mover un simple dedo para cambiar la realidad, y se limitaba simplemente a aseverar la destrucción implosionada del universo.

Quiero, era solitario.

Odio, solo quería ser escuchado.

La vida de Quiero solía ser corta, a diferencia de la de Odio, que parecía extenderse cuando Recuerdos iba a visitarlo. Y es que Indiferencia se había encargado que la balanza se incline hacia él, habiendo envenenado recientemente a Quiero.

Quiero tenía las cualidades de un cristal, q ahora estaba a punto de romperse. Pero Odio, solo se limitó a retocar las últimas leyes que había dictado en su último falso discurso.

Amnesia condujo a Quiero por los caminos del bosque para aliviarlo, pero sus fragmentos iban quedando poco a poco regados por la arena.

Odio creyó haber sido abandonado por Quiero, y pronto deseó dejar el reino.

Cobardía aconsejó a Odio escuchar a Indiferencia, quien prometió su eterna fidelidad a Odio y a su naturaleza hasta que éste regresara.

Entonces, acompañado por Venganza, Odio partió en busca de los fragmentos de Quiero, los cuales supuestamente estaban en la punta de alguna de las tantas montañas, o en la sima de alguna ruptura.

Lo cierto es que... los apellidos ya no fueron necesarios para ellos, porque Indiferencia consiguió el trono.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Marionetas

Las palabras…
Flotan y se despojan de sus significados.
Tu rostro…
termina siendo la única cosa racional y real en la habitación.
Su cuerpo…
Agotado se deja manejar por el viento.

Las ventanas se encuentran abiertas,
Y la luz de la vela se regula por la constante jugarreta de la brisa,
así parecen pausados tus movimientos.

Los sonidos…
Acompañan el ritmo de la respiración,
Y las gotas nocturnas de la lluvia tenue de otoño
Humedecen el ambiente.

Sus pies descalzos palpan el suelo desportillado,
Arrastrando el peso de su propia sombra.
Pero se mantienen estáticos sobre pequeños fragmentos afilados…

Los vidrios del último duelo,
No fueron levantados.
Y asi las ramas ardientes de un nuevo árbol naciente se expanden pintarrajeados bajo las prendas desparramadas.

Las paredes palidecen, y las marcas sobre ellas
Susurran su propia historia...

Su rostro parece moverse…
El tuyo se mantiene inerte
y asi comienza…

El baile..

miércoles, 3 de septiembre de 2008

ultimo tiempo

¿Cuanto falta?

martes, 2 de septiembre de 2008

Granitos de arena

La cobardía se ha disfrazado!!... gritó el niño, mientras elevaba entre sus dedos la edición reciente de un diario.

Cuantas cosas imposibles son nombradas por el mundo, cuantas cosas inventadas, cuantas cosas mal logradas?....y cuantas cosas deseadas pueden caber en una vida, en un silencio, en un suspiro, en un murmullo? Y preguntar entonces cuándo es que llegará el momento en el cual reconozcamos que fuimos nosotros mismos quienes corrompimos nuestros sueños?... y es que la cobardía se ha disfrazado, no hay engaño.

Y es que, dar la cara por la vida se ha tornado indiferente cuando uno es recurrente en su acto de melancolía, o es que acaso es el enemigo del tiempo, quien congela los momentos que grabados en escalones van elevando tus palabras, inmortalizadas para tus oídos cuando ni siquiera llegan al primer peldaño?... cuantas injurias se han pronunciado en tu desdén frustrado? Cuantos recuentos han sido los que ya has golpeado y sepultado? Y es que pelear en un desierto sepulta tu razonamiento… y va transformando en una sátira siniestra todas las cualidades que antes te envolvían, y ahora ni un penique vale lo que refleja tu furia idiotizada que resguarda los aspectos promediados que sobresalen entre lo que siempre fue nombrado como lo indeseable.

Cuantas máscaras mas han de encontrarse bajo el manto de los caballeros andantes? porque la furia desbordada trasforma, desde las mas tiernas flores, hasta los tesoros mas egoístamente guardados, en macabros dragones que fantasean en transformar realidades ya definidas en aquello que ellos mismos han creado...es que acaso no hay suficiente caos de que encargarse… o es que… deshacerse de ese caos es la mejor salida para salir invictos frente a la ola de inconformidades que se le presentaron en el corto tiempo de existencia?

Cuantos historias propios se han negado, y demostrado por mismos autores, q no tienen y nunca tuvieron valides en sus vidas?, la hipocresía acompaña dulcemente a la cobardía, humillando y empequeñeciendo a todo lo que alguna vez fue grande, porque las acciones serán quienes te graben en la historia, mas las personas que te recuerdan serán quienes realmente guarden tu memoria.

Y es que las oportunidades van y no vuelven… porque quien no las supo aprovechar se hundirá, o quien sabe, tal vez salga a flote en un pedazo de madera que resguarde la “realidad” creada por su propio conciente para disfrazar lo que inconcientemente conoce pero no quiere aceptar.

Luchar por realidades destruidas por unos, q desvergonzadamente culpabilizaron a otros, se convirtió en un habito, y esperar un milagro, es como esperar que los caballeros de la época desenvainen su espada, y aprendan a manejarla con nobleza, dicen que hay que aprender a hablar el lenguaje del país que uno visita, si no, no podrán entenderte, no porq no lo intenten, simplemente porq no han logrado ver mas allá de las murallas que encierran los caminos que unen los límites de estos estados.

Y es que este es el reflejo de la gente que conforma la gran masa, no lo crees?

lunes, 1 de septiembre de 2008

Fisuras...

Y el sonido del lápiz, rasgando el papel
murmura lo q no debe escucharse
mas escribe lo que debe hacerse...

entre paredes... malditas paredes
sólo un lápiz y un papel...
dibujan lo que quieren...

mas olvidan... qué fue lo que los encerró
tan dulcemente...
en un lugar donde nadie podrá tocarlos...

y... sin embargo,
donde sus palabras quedaran grabadas
y llegarán al centro un universo deteriorado...

y asi...fisurado.

martes, 12 de agosto de 2008

Te voy a contar un cuento

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vió una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuleta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y Que tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía.
Y asi, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad."

Y el rey clama: "No te he dicho
que el azul no hay que tocar?"
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar"

Y dice ella: "No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté."

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver."


La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí."

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.


Ruben Darío.