Pasadas las diez, mi compañero y yo habíamos emprendido una épica
batalla; camuflarnos frente a la base del enemigo no había sido nada comparado
con pasar sobre la cuadrúpeda bestia sin despertarla; sonrientes divisamos a
pocos metros nuestro objetivo. “¿Amor, eres tú?”, intercambiamos sorpresivas
miradas; !PLAN B¡ grité en silencio; “No conciliaba el sueño amor”; ¡La
Generala estaba distraída!, de un salto tomé la caja; volteé, iugh, ¿Un beso?, todo por terminar la misión; tomé
su mano, ¡misión cumplida!, “Hola Ma, Pa ¿me lees un cuento?”; subimos las
escaleras, y, bajo el acolchado, nuestro fuerte, nos devoramos el tesoro.