viernes, 3 de septiembre de 2010

Rocio


Llovía, y yo te miraba desde adentro, la puerta de cristal que nos separaba se empañaba, mientras tú, del otro lado, hacías muecas.

Disimulando escapar trazaba con el dedo un camino para que lo siguieras a pasos agigantados; entonces te dibujaba un océano, para que vertieras allí todo el agua q me lanzabas; mi dedo índice proseguía pintando nubes llenas de rayos y relámpagos en los instantes en que, de puntitas, me mostrabas tus dientes gruñendo al compás de la tormenta, y, completando la obra; tratando de rozar tus dedos, con las líneas curvas formaba el viento que personificabas con el movimiento circular de tus húmedas manos.

Casi inconsciente, en el momento en que posaste tu rostro en mi horizonte, deslicé mi pincel sobre tus labios, lo elevé hasta tu frente pasando por tu nariz, uní tus dos mejillas, y, completando mi barquito, lo llené con tus sonrisas. Posé finalmente mi dedo silenciando tu expresión, esperé unos segundos… y acerqué mis labios al vidrio con los ojos cerrados, los mantuve allí, entre abiertos frente a los tuyos, sin darme cuenta que habías comenzado tú a dibujarlos, dejándolos caer infinitos e incompletos, por el peso del rocío q comenzó a hacerse presente.

Hoy soñé… con el único momento q estuve cerca de tus labios.

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